Autobiografía de Nuria Aragón Castro

 

Nací el 17 de Septiembre de 1971 en Madrid, España, siendo la pequeña de tres hermanas muy seguidas en edad.

La familia dentro de la que nací era y es una familia sumamente espiritual, aunque visto desde fuera mucha gente pueda pensar que no es así. Pero insisto: Nací en el seno de una familia sumamente espiritual, ya que crecí rodeada de amor, armonía, consecuencia, consciencia y bienaventuranza. Mis padres planificaron muy sabiamente la vida en familia y con sumo control práctico sobre sí mismos y sus egos cedieron muchos de sus gustos e intereses personales en aras del bien comunal y familiar, logrando mantener una fuerte y estable armonía material, emocional y psíquica, mientras nos educaban en el servicio y respeto mutuo y en los valores jerárquicos naturales, ofreciéndonos con ello un ambiente y unas bases idílicas para crecer en este mundo. Ellos me enseñaron a tener una visión de futuro con el fin de poder elegir el camino que quiero seguir, conscientes de que todo acto trae sus consecuencias, que toda acción tiene una reacción. Ellos me enseñaron a probar a saber vivir el presente para poder vivir sabiamente el futuro, mientras acepto, valoro y evalúo el pasado.

Mis padres me dieron tanto amor, que no supe manejar tan poderosa energía, pues me llevó a crecer mucho, tanto en el poder interior y en la sensibilidad como en la mente, hasta el extremo de llevarme mi ego a salir inconscientemente del hogar familiar a temprana edad, creando con ello mucho sufrimiento a mí misma y a los demás.

Pero el haber nacido y crecido en un hogar donde se vive la espiritualidad no de palabra sino prácticamente, es una poderosa semilla que algún día llega a germinar y comienza a madurar, como fue en mi caso. El intenso sufrimiento vivido durante década y media tras la marcha del hogar familiar durante la cual no conseguía entender el sentido de la vida, el funcionamiento del mundo, el sufrimiento, la llamada muerte, las mentes, las emociones enfrentadas y descontroladas… junto con el frecuente sentimiento de estar completamente harta de mí misma, de mis pensamientos y sentimientos, de mi imposibilidad para ser feliz o mantener la felicidad, de mi falta de entendimiento y de mi creencia de por entonces de mi falta de conocimiento y capacidad para vivir la vida adulta, provocó que esa semilla impuesta por mis padres comenzase a germinar deseosa de volverse un frondoso y robusto árbol lleno de frutos, especialmente a partir del 23 de febrero del 2003 en que comencé una práctica meditativa específica y muy concreta que era y es la que se encargó y se encarga de regar y cuidar esa semilla, planta y árbol, perfeccionándolos y desarrollándolos aún más a cada día que pasa. Por su parte, mis padres siguieron creciendo internamente y practicando esa espiritualidad a la que la gente no llama espiritualidad, gracias a la cual ahora podemos seguir amándonos y compartiendo juntos diversos momentos muy bellos.

Y de este modo llegué descalza hasta donde estoy ahora: al comienzo de El Camino a la Vida que me permite nacer en mí misma y conocer y vivir verdaderamente dicha Vida.

Verano 2010

 

Espero sigamos viajando juntos